
El legendario Renault 5 Turbo, un auténtico mito de los rallyes de los años 80, ha vuelto. Pero olvida el motor de combustión; su reencarnación es una bestia eléctrica de drift con una potencia descomunal y un diseño que grita espectáculo. Bautizado como Renault 5 Turbo 3E, este prototipo no es solo un homenaje, es una declaración de intenciones sobre cómo el futuro eléctrico también puede ser salvajemente divertido.
Nacido para celebrar el 50 aniversario del Renault 5, este "showcar" es el heredero espiritual del Turbo y Turbo 2. Su nombre, 3E, no es casual: el "3" indica su posición como sucesor y la "E" proclama su naturaleza 100% eléctrica. Su misión es clara: ser una máquina de derrapes, un vehículo diseñado desde cero para ir de lado. Para lograrlo, cuenta con dos motores eléctricos, uno para cada rueda trasera, que entregan una potencia combinada de 280 kW (380 CV) y un par motor instantáneo de 700 Nm. Si se activa el modo "Turbo", la potencia escala hasta unos impresionantes 414 kW, equivalentes a 555 CV, consolidando su estatus de superdeportivo.

Construido sobre un chasis tubular protegido por la FIA, este biplaza es una máquina de competición pura. La energía proviene de una batería de 42 kWh de capacidad, estratégicamente ubicada en el centro del coche, bajo el piso plano, para garantizar un centro de gravedad bajo y una distribución de pesos óptima. Esta configuración, junto a un ángulo de giro de más de 50 grados, lo convierte en el arma definitiva para el drifting. Aunque no se especifica la autonomía, su enfoque no está en los largos recorridos, sino en la máxima performance en circuito cerrado, alcanzando una velocidad máxima de 200 km/h y una aceleración de 0 a 100 km/h en solo 3,5 segundos.
Su diseño es tan radical como su mecánica. La carrocería, fabricada íntegramente en fibra de carbono, luce una estética inspirada en los videojuegos. Mide 4 metros de largo y unos impresionantes 2,02 metros de ancho (25 centímetros más que su antecesor), con una altura de 1,32 metros y una batalla de 2,54 metros. El gigantesco alerón trasero no deja lugar a dudas sobre sus intenciones. Detalles como las tomas de aire en el capó, que ahora albergan el puerto de carga, y el uso de Plexiglass tintado de amarillo en la iluminación, refuerzan su carácter extremo. Los neumáticos, de 225/35 R19 delante y 325/25 R20 detrás, aseguran un agarre preciso para controlar tanto derrape.
El interior es un cockpit de carreras sin concesiones. Asientos baquet de competición Sabelt, arneses de seguridad y un volante específico dan la bienvenida al piloto. La instrumentación es totalmente digital, con diez pantallas pequeñas que emulan los clásicos relojes analógicos del R5 original, mostrando gráficos inspirados en Pixel Art y Glitch Art. Para arrancar, un botón "Free play" nos sumerge en el universo arcade. El toque final lo pone un peculiar freno de mano vertical, apodado "Drift stick", en un vibrante color amarillo en el centro de la consola. Además, cuenta con más de diez soportes para cámaras, tanto interiores como exteriores, para inmortalizar cada derrape.
A favor
- Potencia y par motor descomunales (hasta 555 CV y 700 Nm), ideal para drift.
- Diseño espectacular y agresivo fabricado en fibra de carbono.
- Chasis tubular con homologación FIA, enfocado a la competición.
- Homenaje moderno y radical a un icono del automovilismo.
En contra
- Es un prototipo (showcar), no estará a la venta.
- La batería de 42 kWh podría ofrecer una autonomía limitada bajo un uso intensivo en circuito.