
Un reciente estudio publicado por el medio chino MyDrivers ha puesto de manifiesto la excepcional durabilidad de las baterías de litio-ferrofosfato (LFP) utilizadas en vehículos eléctricos, principalmente de fabricación china. Los resultados, basados en datos de una amplia flota de coches eléctricos, indican que estas baterías pueden superar los 500.000 kilómetros sin una degradación significativa, un hito que desafía las percepciones previas sobre la longevidad de esta tecnología.
El análisis revela que, tras recorrer 510.000 kilómetros, la pérdida de capacidad de las baterías LFP se sitúa en un promedio de apenas el 4%. Esto contrasta notablemente con las baterías de níquel, cobalto y manganeso (NCM), que, según los mismos datos, experimentan una degradación de entre el 9% y el 10% en el mismo intervalo. La clave de esta resiliencia parece residir en la estabilidad química inherente de la composición LFP, que le confiere una mayor resistencia a los ciclos de carga y descarga a lo largo del tiempo.
Este descubrimiento es especialmente relevante en un momento en que fabricantes como BYD están apostando decididamente por esta tecnología. Un ejemplo paradigmático es el de un propietario de un BYD Qin que ha logrado recorrer más de 600.000 kilómetros con su batería LFP original, reteniendo aún el 96% de su capacidad. Casos como este refuerzan la confianza en las baterías LFP no solo por su durabilidad, sino también por su mayor seguridad y menor coste de producción al prescindir del cobalto.
La implicación de estos hallazgos es profunda para la industria del coche eléctrico. Una mayor vida útil de la batería no solo reduce el coste total de propiedad para el consumidor, sino que también mitiga las preocupaciones sobre el reemplazo de este componente, uno de los más caros del vehículo. Además, allana el camino para aplicaciones más exigentes, como el transporte de pasajeros (VTC) o la logística, donde el kilometraje anual es muy elevado. Con una durabilidad probada que podría extenderse hasta el millón de kilómetros, las baterías LFP se posicionan como un pilar fundamental para la masificación definitiva de la movilidad eléctrica a nivel global.
A favor
- Excepcional durabilidad y longevidad, superando los 500.000 km con una degradación mínima.
- Mayor estabilidad y seguridad en comparación con las baterías NCM, al no contener cobalto.
- Menor coste de producción, lo que puede repercutir en vehículos eléctricos más asequibles.
- Contribuye a reducir la ansiedad por la degradación de la batería, uno de los principales frenos para la adopción del coche eléctrico.
En contra
- Menor densidad energética en comparación con las baterías NCM, lo que se traduce en una menor autonomía a igualdad de peso y volumen.
- Rendimiento inferior en climas fríos, afectando tanto a la autonomía como a la velocidad de carga.
- Aunque la tecnología está mejorando, la velocidad de carga rápida suele ser inferior a la de las baterías NCM más avanzadas.