
Durante años, la narrativa en torno a Tesla ha trascendido la fabricación de vehículos eléctricos para posicionarse como una empresa de "inteligencia artificial y robótica", con la conducción autónoma como su principal estandarte. Sin embargo, este relato ha sufrido un duro golpe tras las recientes declaraciones de su CEO, Elon Musk, quien ha admitido que ningún otro fabricante de automóviles está interesado en licenciar su sistema de conducción autónoma total, el Full Self-Driving (FSD).
A través de la plataforma X, Musk confesó que, a pesar de los ofrecimientos de Tesla para licenciar su tecnología FSD, la industria tradicional simplemente "no la quiere". Según el magnate, los pocos acercamientos que ha habido por parte de otras marcas han sido para programas muy limitados, con plazos de implementación de "5 años" y bajo condiciones que calificó de "inviables" o "poco operativas" para Tesla.
Esta revelación choca frontalmente con la estrategia que la compañía había proyectado. La visión de Tesla se basaba en que su ventaja en software de conducción autónoma sería tan abrumadora que los fabricantes tradicionales se verían obligados a adoptar el FSD para seguir siendo competitivos. Ya en 2021, Musk hablaba de "discusiones preliminares", y en abril de 2024 afirmó estar en conversaciones con "un gran fabricante" para cerrar un acuerdo ese mismo año, un pacto que evidentemente no se ha materializado.
Un ejemplo claro de este rechazo proviene de Ford. Su CEO, Jim Farley, confirmó haber mantenido conversaciones con Tesla, pero finalmente optó por un camino diferente. Farley señaló que la propuesta de Waymo (la filial de conducción autónoma de Google) era superior, destacando su enfoque tecnológico que incluye sensores LiDAR, a diferencia del sistema de Tesla que depende exclusivamente de cámaras.
El núcleo del problema parece residir en una profunda diferencia cultural en cuanto a desarrollo tecnológico y validación de seguridad. Los fabricantes tradicionales operan bajo estrictos modelos de verificación y validación, asumiendo plena responsabilidad legal cuando sus sistemas de nivel 3 están activos, como es el caso de Mercedes-Benz. Por el contrario, Tesla ha implementado una estrategia mucho más agresiva, utilizando a sus propios clientes para validar versiones "beta" (ahora denominadas "Supervised") en carreteras públicas, lo que ha derivado en múltiples investigaciones federales y litigios.
Un caso reciente que evidencia los riesgos legales es el acuerdo extrajudicial alcanzado por Tesla en la demanda por un accidente en el que un Model Y en modo Autopilot colisionó con un vehículo policial. Al evitar el juicio, Tesla eludió un posible veredicto adverso, pero la señal para la industria fue clara: la responsabilidad legal es un riesgo demasiado grande. Por ahora, la idea de que Tesla se convierta en el proveedor de software de conducción autónoma para la industria parece archivada.
Competidores
El principal competidor tecnológico mencionado es Waymo LLC, la filial de conducción autónoma de Google. Además, se indica que los fabricantes de automóviles tradicionales están optando por desarrollar sus propias plataformas de conducción autónoma de forma interna.
A favor
- Sistema basado en una vasta recopilación de datos del mundo real a través de su flota de vehículos.
- Visión ambiciosa de liderar la transición hacia la conducción 100% autónoma.
- Potencial para generar una nueva y masiva fuente de ingresos para Tesla si la tecnología es adoptada.
En contra
- Rechazo generalizado por parte de los fabricantes de automóviles tradicionales.
- Dependencia exclusiva de cámaras, una estrategia tecnológica cuestionada por competidores que utilizan LiDAR.
- El modelo de validación mediante 'beta testing' con clientes genera serias dudas sobre seguridad y responsabilidad.
- Enfrenta múltiples investigaciones federales y litigios por accidentes relacionados con su sistema.
- La cultura de desarrollo choca con los rigurosos y conservadores procesos de validación de la industria automotriz.